A diferencia del día mundial del agua, o el de los bosques, que se celebran hace un par de décadas, el Día Mundial de la Tierra, que conmemoramos cada 22 de abril, tiene su origen en 1970. El primer antecedente de este día se remonta al año 1968, cuando el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, junto al profesor Morton Hilbert, organizaron el Simposio de Ecología Humana, una conferencia medioambiental para que estudiantes de todo el país pudiesen escuchar a científicos y expertos en medio ambiente hablando sobre el deterioro de la biodiversidad en la salud humana.
Medio siglo después, la situación continúa y se acrecenta. Y aunque por largo tiempo lacrisis climática y de biodiversidad se han intentado enfrentar separadamente, la realidad es que el planeta es un sistema interconectado complejo y tal como se manifestó en la COP 27, no hay ningún camino viable para limitar el calentamiento global a 1,5°C sin proteger y restaurar urgentemente la naturaleza. Sin embargo, masivamente aún las empresas, los
gobiernos y muchas personas, continúan trabajando sin este “mantra” de la interconexión global.
Un ejemplo local es lo que está sucediendo en el Valle del Aconcagua, donde aún cuando hay un espacio en la categoría de área protegida privada -que además es sitio RAMSAR- y que abastece de agua en gran medida a dicho territorio, no cuenta con la protección del subsuelo para evitar concesiones minera que actualmente, bajo la crisis del Valle, amenazan la disponibilidad hídrica y la biodiversidad del Parque Andino Juncal.
Fuera de Chile, en Ciudad de México, una de las capitales más pobladas del mundo, se están quedando sin agua potable, pues la fuente hídrica que abastece parte de la zona del Valle de México, está en los niveles más bajos de la historia -debido a la crisis climática- y en vez de re-evaluar la forma en que se abastecen de los acuíferos, continúan sumando infraestructura y perforando nuevos pozos. Es año electoral para ellos y no hay tiempo de evaluar si efectivamente las soluciones antrópicas siguen siendo las más efectivas, o si quizá nos conviene volver a “jugar con las leyes de la naturaleza”.
En este mes en que celebramos a la madre tierra, el sueño es que trabajemos a favor de ella: «Si invertimos en la naturaleza(…) nos protegerá de las grandes tormentas, proporcionará un hábitat para las especies y también almacenará carbono”. (Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Esta invitación que para algunos es un sueño, para muchas comunidades es su propósito. Al menos desde Fundación Lepe, podemos acreditarlo con las más de 300 organizaciones que el año pasado presentaron sus proyectos regenerativos a lo largo de todo Chile. Es posible tener espacios recreativos donde conozcamos y cuidemos la biodiversidad, como el Parque Urbano El Bosque en Valdivia. También es posible incrementar la productividad agrícola en Huasco mejorando la calidad de los suelos; revitalizar el consumo de nuestro patrimonio alimentario, a través de la comercialización del durazno betarraga en el Maule; o asegurar el abastecimiento del agua con la reutilización del recurso en Coquimbo y la generación de una red comunitaria en Chiloé. Las iniciativas locales son innumerables, nos falta conquistar la masividad.
Somos probablemente la última generación que puede acelerar el cambio antes de comprometer fuertemente la calidad de vida planetaria. Se necesita la ayuda y convicción de todos y todas. Sólo nos falta recordar y creer: Mientras más solidarios seamos con la naturaleza, más nos entregará.